Los años dan nobleza, sin duda. Esto no es una manera de consolarse.
No hay nada como la juventud.
La juventud es una divina vulgaridad.
Los años estilizan, aristocratizan, dignifican un poco, y llegan incluso a individualizarnos.
La humanidad ha avanzado, no debido a que fue sobria, responsable y cauta, sino porque ha sido juguetona, rebelde e inmadura.