"El gran Dios poseía demasiadas armas para mí, era demasiado justo y demasiado poderoso.
Yo no quería ser perdonado o aceptado o encontrado, quería algo menos que eso, no demasiado: una mujer con una mediana honestidad en cuerpo y alma, un automóvil, un lugar donde estar, algo de comida y no demasiados dolores de muelas, ni ruedas pinchadas, ni largas enfermedades hasta la muerte; hasta un televisor con malos programas estaría bien, y un perro sería agradable, y muy pocos amigos y buena fontanería y suficiente bebida para llenar los espacios hasta la muerte, de la que (para ser un cobarde) tenía muy poco miedo.
La muerte tenía muy poco significado para mí.
Era la última broma de una serie de bromas pesadas.
La muerte no era un problema para los muertos.
La muerte era otra película, no había por qué preocuparse. La muerte sólo causaba problemas a los que quedaban atrás que tenían alguna relación con el muerto, y los problemas crecían de manera directamente proporcional a la fortuna que dejaba el muerto.
Con un vagabundo de los barrios bajos el único problema era la recogida de la basura."