La humanidad ha avanzado, no debido a que fue sobria, responsable y cauta, sino porque ha sido juguetona, rebelde e inmadura.

 
Los años dan nobleza, sin duda. Esto no es una manera de consolarse.
No hay nada como la juventud.
La juventud es una divina vulgaridad.
Los años estilizan, aristocratizan, dignifican un poco, y llegan incluso a individualizarnos.












La mía es una generación con temor.
El temor a no cumplir las promesas, como no las cumplieron nuestros antecesores;
temor de prometer que la alegría va a venir y que no venga.
Nuestro mayor temor es a repetir la historia.















Existen dos maneras de ser eficiente.
Una es acomodarse, o sea, adaptarse a la realidad.
Otra es imponerse, insistir hasta que las cosas salgan como uno quiere.













No creas que estás en el camino correcto solo porque vas por el más transitado.















La mirada de la pregunta.
Cuesta soportar la interrogación de los ojos. Los ojos nos descubren.
















Tratar de convencer a otro es atentar contra su libertad de pensar, creer o hacer lo que le dé la gana. Yo quiero solo dar a conocer, mostar.
Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie lo llame equivocado.
Quién es quién para decir “esto es así”, si estamos llenos de contradicciones, tanteos y búsquedas.
Si a alguien tengo que convencer algún día, ese alguien ha de ser yo misma.
















 



Mis tormentas personales las fui resolviendo a mi manera, es decir, escribiendo
y con ese sentido del humor que me reprochan las personas serias.