La humanidad ha avanzado, no debido a que fue sobria, responsable y cauta, sino porque ha sido juguetona, rebelde e inmadura.

El amor no tiene que ver con lo que esperás conseguir, solo con lo que esperás dar; es decir, todo.

Hubo un poco de música; la vida parecía entonces un poco más agradable, mejor.
(…) es la serie continua de pequeñas tragedias
lo que lleva a un hombre al
manicomio…
No es la muerte de su amor
sino el cordón de su zapato que se rompe cuando tiene prisa.
Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.
En aquella época encontré un extraño refugio. Por «casualidad», como suele decirse. Pero esas casualidades no existen. Cuando alguien necesita algo con mucha urgencia y lo encuentra, no es la casualidad la que se lo proporciona, sino él mismo.
El propio deseo y la propia necesidad conducen a ello.
Una buena exposición dá sed: sed de libros, películas, conferencias.
Una buena exposición cambia al visitante.
Desconfío de todas las personas francas y sencillas, especialmente cuando sus historias parecen tener lógica.
No.
El éxito no se lo deseo a nadie.
Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen?
Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible.
Su mirada era clara, inmóvil como siempre; no se dirigía esa mirada derechamente a lo que ella observaba, sino que -y eso era molesto- pasaba un poco de largo, en forma apenas perceptible; pero que, sin embargo, no dejaba lugar a dudas; el origen de ello no parecía ser debilidad alguna, ni falta de sinceridad, sino un anhelo constante, superior a todo otro sentimiento. Quizá un anhelo del cual, aún ella misma, sólo de este modo adquiriría conciencia.
Pensé que podía expresarme con totalidad a través de las letras, que las palabras podían describir cualquier cosa, pero me equivoqué. Comprendí que no está dentro de mis capacidades hacer eso, el expresar cualquier sentir o emoción a través de ellas.
Jura cada tanto comenzar una vida mejor.
Más cuando llega la noche con sus propios consejos,
con sus compromisos y con sus promesas.
Más cuando llega la noche con su propia fuerza.
La gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. Me gusta la gente que con su energía, contagia. Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera. Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata. Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La gente que lucha contra adversidades. Me gusta la gente que busca soluciones.


Evitemos exigir demasiado a las palabras, por miedo de que,
extraviadas, no puedan ya cargar con el peso de un sentido.
Hay que ponerle un vestido
tacones
maquillaje
y sacarla a pasear
emborracharla (...)
darle latigazos,
enseñarle quién manda,
amarrarla a un poste eléctrico
o deshojarla en una tarde de septiembre.
Hay que entender que las cosas
tienen un lugar geográfico, un nombre,
una textura exacta y una forma
y que dentro de esas cosas
está desnuda y en silencio (...)
como una corriente de aire frío
o el mar cuando se han dormido las olas,
Hay que saber que existe
como existe la casa, la tacita de té,
el reloj, el árbol, los recuerdos
y una blusa llena de pájaros blancos
No sólo existe
sino que también tiene su espacio,
su rincón, sus exigencias
e incluso sus horarios
y de repente uno se levanta
y decide cambiar el orden del mundo,
seguir hacia delante,
siempre adelante.
(...) mueren a menudo por su propia mano, solo por alejarse.
Y aquellos que quedan atrás, nunca pueden entender cabalmente por qué alguien desearía alejarse de ellos.
A veces pienso que las charlas sin importancia en lugares sin importancia, fueron los momentos más importantes de mi vida.
Yo nunca habría tenido éxito en la vida si no me hubiera dedicado a las cosas más pequeñas con la misma atención y cuidado que le dediqué a las más grandes.

Allá ustedes con sus libros por internet, sus plantas artificiales, y su lluvia con paraguas.
Para poder transformanos completamente, puede que necesitemos liberarnos de todo a lo que nos habíamos estado aferrando.
Para conducirnos por un nuevo camino… El correcto.









Un sociólogo norteamericano dijo hace más de treinta años que la propaganda era una formidable vendedora de sueños, pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, sino sencillamente que se cumplan los míos.








Conforme pasaban los años, mayor era mi necesidad de escapar de lo habitual, de lo corriente. Mi mente reaccionaba igual que una película fotosensible a la emoción donde el amor y la muerte podían imprimirse en el mismo segundo.
Comencé a revelar una auténtica fobia a las situaciones normales.







Las preguntas en vano: una vieja costumbre. Los desatinos, marca de abolengo.
No vayas a creer lo que te cuentan del mundo.
(Ni siquiera esto que te estoy contando)
Ya te dije que el mundo es incontable.




Alcanza con saber que las cosas importantes desaparecen cuando se las nombra,
que el silencio es la peor mentira,

y que hay que desconfiar de las palabras, emputecidas por el uso.





Todo cabe entre llaves y paréntesis.
Las alegrías encerradas entre exclamativos.
Y seguidas de puntos suspensivos, las ausencias.







Quién iba a pensar que después de tanto discurso, de tanta enseñanza, de tanta pirotecnia, iba ser más lindo, más sonriente y más sincero lo proveniente del margen, de lo simple, de lo sencillo.
De lo espontáneo.







No se anuncia, ni se adivina en cartas, ni se tacha en los calendarios…
Apenas bastó un eco para darme cuenta de que la vida solamente va bien o va mal durante un rato. 
Y luego empieza a ir de otra forma.








Sentí lo que sentimos cuando alguien muere:
el lamento, ya inútil, de que nada nos hubiera costado ser más buenos.