La humanidad ha avanzado, no debido a que fue sobria, responsable y cauta, sino porque ha sido juguetona, rebelde e inmadura.
Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para liberar la verdad que llevamos dentro, para frenar la noche. 
Creo en la belleza de los accidentes de auto, en la paz del bosque sumergido, en las excitaciones de la playa de vacaciones desierta, en la poesía de los hoteles abandonados.
Quería manifestar que la gente nunca resultaba ser del todo como uno se imagina que es.
Por lo general utilizaba querer, como si su significado fuese el mismo. Se trataba de una intuición: la de que amar era una palabra de la que debía protegerme…
La mejor manera de echar a perder tu vida es tomar notas.
La forma más fácil de evitar vivir es limitarte a mirar.
Estaba empezando a ver, sin embargo, lo desconocido no siempre fue la cosa más grande que temer. Las personas que te conocen mejor pueden ser las más peligrosas, porque las palabras que dicen y las cosas que ellos piensan tienen el potencial de ser ciertas.
El arma más potente en manos del opresor es la mente del oprimido.
El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.
Hasta lo que no te gusta de ti, me gusta a mí. 
Fíjate.
El equilibrio consiste en tener tanta humildad para reconocer que no eres perfecto y tanta autoestima, para valorarte al máximo.

Lo importante es que la música suene más alto que los problemas.
Para ser libre, hay que querer ser libre.
Los pájaros nacidos en jaula creen que volar es una enfermedad.
También yo, alguna vez, he sentido la necesidad de agradecer una mera presencia, un gesto, un silencio.

Las probabilidades eran obvias, pero yo me aferraba a lo improbable.


Más allá de la oreja, existe un sonido, la extremidad de la mirada, un aspecto, las puntas de los dedos, un objeto: es allí donde voy. La punta del lápiz, el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría, otra alegría, en la punta de la espada, la magia…

No existiría la piedad si no hiciéramos pobre a alguien y no haría falta la misericordia si todos fuesen tan dichosos como nosotros.
Mujer bonita es la que lucha.

Los franceses tienen una frase: “ingenio de escalera”. En francés, esprit de l’escalier. Se refiere a ese momento en que uno encuentra la respuesta, pero es demasiado tarde. Digamos que usted está en una fiesta y alguien lo insulta. Bajo presión, con todos mirando, usted dice algo estúpido. Pero cuando se vá de la fiesta, cuando baja la escalera, entonces, la magia. 
A usted se le ocurre la frase perfecta que debería haber dicho.

Leer, leer, leer todo. Clásicos, desconocidos, buenos, malos, ver cómo escriben, leer y absorberlo. Luego escriba. Si es bueno lo conservas, sino lo tiras por la ventana.

No acepten lo habitual
como una cosa natural
porque en tiempos
de confusión organizada
de arbitrariedad consciente
de humanidad deshumanizada
nada debe ser imposible
de cambiar.

Al final del viaje quedamos los que podemos sonreír en la oscuridad.
En cualquier caso hay que tomarlo con calma.
 Lo primero de todo: sentarse y madurar.

Libéranos de todos esos conceptos malditos, de esa manía de tener que explicarlo todo.
Estamos en plena cultura del envase. 
El contrato de matrimonio importa más que el amor, el funeral más que el muerto, la ropa más que el cuerpo.
La cultura del envase desprecia los contenidos.
 ¿Qué es lo que más quiere en el mundo? ¿Qué ama, o qué detesta?
 Busque un personaje como usted que quiera algo o no quiera algo con toda el alma. Dele instrucciones de carrera. Suelte el disparo. Luego sígalo tan rápido como pueda.

Cuando alguien se siente brillantemente desgraciado, entonces sí vale la pena llorar con acompañamiento de temblores, convulsiones, y, sobre todo, con público. Pero, cuando además de desgraciado, uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin ruido, porque nadie puede ayudar y porque uno tiene conciencia de que eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad.
Muy a menudo en lugar de pensar, imaginamos.
La información no es conocimiento.
Pero yo no deseo el confort. Yo quiero poesía. Yo quiero libertad.

Cuando me marché de mi casa, niño aún, tenía siete años, mi madre me acompañó a la estación y cuando subí al tren me dijo: Este es el segundo y último regalo que puedo hacerte, el primero fue darte la vida y, el segundo, la libertad para vivirla.
Acepta la dificultad de edificarte a vos mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
Cambio es evolución.

La libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar.

Conozco la desesperación a grandes rasgos. 
La desesperación no tiene alas, no se sienta necesariamente a una mesa quitada en una terraza, de noche, a la orilla del mar. Un collar de perlas para el que no se sabría encontrar broche y cuya existencia no pende siquiera de un hilo, eso es la desesperación. Del resto no hablemos. Acabaríamos por desesperarnos si comenzáramos. Conozco a grandes rasgos la desesperaci6n de los largos y frágiles asombros, la desesperaci6n de la soberbia, la desesperación de la ira. Me levanto todos los días como todo el mundo y extiendo los brazos sobre un papel de flores, no me acuerdo de nada, y siempre descubro con desesperaci6n los bellos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitaci6n es bello como unas baquetas de tambor. Forma un tiempo de tiempo. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento que me ayuda. Y los anuncios de periódico, los letreros luminosos a lo largo del canal. 
A grandes rasgos la desesperación carece de importancia.
Una vez que la gente sea persuadida de que sus hijos serán más infelices que quienes los engendraron, y sus nietos aún más infelices, una vez que sean persuadidos de que no hay más remedio en el universo, de que la ciencia no hará milagros y de que el Cielo está vacío, de que todos los religiosos son unos impostores y de que todos los gobernantes son estúpidos, de que todas las religiones están rebasadas y de que todas las políticas son impotentes, se abandonarán a la desesperanza y vegetarán en la incredulidad, pero morirán estériles. Ahora bien, la esterilización parece ser la forma que la salvación toma, y sin la desesperanza y sin la incredulidad los hombres no consentirán nunca en volverse estériles, las mujeres menos todavía, es el optimismo quien nos mata y el optimismo es el pecado por excelencia. La negativa a confiar y la negativa a creer acarrean indefectiblemente la negativa a engendrar, es un nexo que se niega e incluso aquellos que quisieran despoblar el mundo, antes de que sea demasiado tarde, no osarán profesar esta relación de conveniencia. He aquí por qué nadie actúa sobre las causas ni deplora los efectos que éstas implican como inevitables consecuencias.
Me preparé el desayuno, vi la tele, miré por la ventana, puse música y hojeé algunos libros. Durante todo este trajín, sentí el subrayado de la vida, una extraña novedad en cada cosa que hacía, como si fuera fascinante estar ahí tomando café o mirando pasar los coches por la calle. Como si tuviera, incluso, que dar las gracias por poder cambiar de canal mi televisor.
 Y arrepentirme.
 No era un arrepentimiento culposo (culpa de qué, pensaba), era alivio, era aviso, era una lección.
 El cuerpo es más listo que el cerebro. La inteligencia no es la escritura de ideas que adjudicamos a ese órgano orgulloso, sino la capacidad que tiene ese órgano para leer nuestro cuerpo, para atenderlo y hacerle caso.
 Aquella mañana, mi cuerpo proponía una lectura importante. Hiciera lo que hiciera, no dejaba de sentir: «Date cuenta» Eso decía mi cuerpo.

En cuanto surgen dificultades me retiro. 
Ahí está el gran secreto de la creatividad. 
A las ideas hay que tratarlas como a los gatos: hacer que ellas nos sigan. Si usted intenta acercarse a un gato y levantarlo el animal no lo dejará. Tiene que decirle: «Bueno, vete al diablo». Entonces el gato se dirá: «Un momento, éste no se parece a la mayoría de los humanos». Y luego, por curiosidad, se pondrá a seguirlo: «Vaya, ¿a ti qué te pasa que no me quieres?».
Bien, con las ideas ocurre lo mismo. ¿Se da cuenta? 
Uno dice: «Al diablo, no hace falta que me preocupe. No hace falta que empuje. Las ideas me seguirán. Cuando bajan la guardia y están listas para nacer, me doy vuelta y las atrapo».
―No es lo mismo ―dijo bruscamente, algo enojado―. Quiero decir verla de veras. Siempre he sido igual. Cuando estoy en Boston, Nueva York está muerta. Cuando estoy en Nueva York, Boston está muerta. Cuando no veo a alguien durante todo un día, ese hombre está muerto. Cuando lo encuentro en la calle, Dios mío, es como una resurrección. Casi me pongo a bailar. Me alegra tanto verlo… Me acostumbro, sin embargo. Dejo de bailar. Miro solamente. Y cuando el hombre se va, está muerto otra vez.
 Clemens se rió.
 ―Porque tu mente es demasiado primitiva. No puedes asir las cosas. No tienes imaginación, mi viejo Hitchcock. Tienes que aprender a recordar.
La literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma –quizá la más completa y profunda- de examinar la condición humana.
La alegría y el dolor no son como el aceite y el agua, sino que coexisten.

Ahí en la misma nada en la que tendida estaba, era mucho más de lo que en todo el tiempo había sido y en esa etapa de procederes dilatados, simplemente me dejé ir. Me abandoné a lo mío, sin más, donde el nunca y el por siempre bailan en un mutuo acuerdo.
Y en un cerrar de ojos me abandoné para reencontrarme.
Y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello.

"El gran Dios poseía demasiadas armas para mí, era demasiado justo y demasiado poderoso. 
Yo no quería ser perdonado o aceptado o encontrado, quería algo menos que eso, no demasiado: una mujer con una mediana honestidad en cuerpo y alma, un automóvil, un lugar donde estar, algo de comida y no demasiados dolores de muelas, ni ruedas pinchadas, ni largas enfermedades hasta la muerte; hasta un televisor con malos programas estaría bien, y un perro sería agradable, y muy pocos amigos y buena fontanería y suficiente bebida para llenar los espacios hasta la muerte, de la que (para ser un cobarde) tenía muy poco miedo.
La muerte tenía muy poco significado para mí. 
Era la última broma de una serie de bromas pesadas. 
La muerte no era un problema para los muertos.
La muerte era otra película, no había por qué preocuparse. La muerte sólo causaba problemas a los que quedaban atrás que tenían alguna relación con el muerto, y los problemas crecían de manera directamente proporcional a la fortuna que dejaba el muerto. 
Con un vagabundo de los barrios bajos el único problema era la recogida de la basura."
También respecto a los poetas me dí cuenta, en  poco tiempo, de que no hacían por sabiduría lo que hacían, sino por ciertas dotes naturales y en estado de inspiración como los adivinos y los que recitan los oráculos. En efecto, también éstos dicen muchas cosas  hermosas, pero no saben nada de lo que dicen. Una inspiración semejante me pareció a mí que  experimentaban también los poetas, y al mismo tiempo me di cuenta de que ellos, a causa de la poesía, creían también ser sabios respecto a las demás cosas sobre las que no lo eran.
No hay más libertad que la de quien se abre paso para llegar a algo.
La gente interesante no se droga, lee un buen libro si desea escapar de la realidad.
Darlo todo por perdido: allí comienza lo abierto.
Entonces cualquier paso puede ser el primero.
O cualquier gesto logra sumar todos los gestos.
Darlo todo por perdido, dejar que se abran solas las puertas que faltan.
O mejor: dejar que no se abran
"Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos.
Me interesan.
Están llenos de sorpresas y explosiones."

Ese ruido que no te deja dormir, no siempre viene de fuera.

La soledad no te enseña a estar solo, sino a ser único.
Benditos sean los perdedores, y malditos sean quienes confunden el mundo con una pista de carreras. Bienaventurados los indignados y malditos los que no lo merecen. Maldita será la dictadura del éxito del miedo, que nos obliga a creer que la realidad es intocable y que la solidaridad es una enfermedad mortal, debido a que el otro es siempre una amenaza y nunca una promesa.
Bendito es el abrazo, y maldito es el codo.

Crezco cada instante con lo que voy perdiendo, porque el que vive pierde.
Y perder significa haber tenido.
No pares hasta que al mirar las cosas sientas haberlas leído antes.
A veces, mirandolo dormir, quisiera robarle el nombre, la apariencia, y ser dueña absoluta de su existencia. Vuelvo apresurada, e inquieta, a su proximidad.
Si piensas que la aventura es peligrosa, prueba la rutina. 
Es mortal.
Era una mujer sencilla. Es decir: a nadie le comunicaba sus sueños.
Sonreí para mí. 
Incluso las peores noticias son un alivio cuando no pasan de ser una confirmación de algo que uno ya sabía sin querer saberlo.

Para ser irremplazable, tienes que ser diferente.
La gente quiere ser inmortal, y después no sabe que hacer un domingo por la tarde cuando llueve.

Pero ustedes estarán de acuerdo en que el problema de la realidad no se enfrenta con suspiros.

¿A dónde, después de tantas cosas, debemos regresar?

El cerebro humano es infinito. No conocemos por completo a nadie. Sòlo tenemos una versiòn personal de todos los otros.

Hay noches en las que se duda si los muros se construyen para que nadie entre o como invitación retorcida a que alguien los derrumbe.
He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien.
Tómatelo con calma.
 Si hay luz, ya te encontrará.
¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

Es difícil no guardar rencor a un amigo que nos ha insultado en pleno delirio.
 Por mucho que nos repitamos que no era él mismo, se reacciona como si por una vez nos hubiera revelado un secreto bien guardado.
Es más sensato decir que se ama ahora, mucho o poco, pero se ama. Sin vender telones, ni construir falsos escenarios. Es más sensato dejar la vida en besos lentos con fuertes latidos. (...)

No hemos cometido más crimen que nuestra salvaje honestidad.

Tenemos que obligar a la realidad a que responda a nuestros sueños, hay que seguir soñando, hasta realizarnos y descubrir que el paraíso estaba ahí, a la vuelta de todas las esquinas.
 Quédate con quien sabe leer silencios y aplaudir suspiros.
Sabía que para que nacieran las palabras, tenía que cerrar los ojos y pensar intensamente en un hombre.
Y le advertí que yo era casi normal y, entonces, sonrió.
Las personas más crueles son siempre las sentimentales.
La poesía es el reino de los equivocados.
No conozco nada más al mismo tiempo falso y significativo que aquel dicho de Leonardo Da Vinci de que no se puede amar u odiar una cosa sino después de haberla comprendido.
Quien intente cambiar el pasado, solo logrará cambiar la forma de entenderlo.
Callarse la boca tenía más ventajas que hablar, noté que uno permanece en silencio para recordar cosas.
Sea lo que sea que sueñes hacer, empiézalo.
El atrevimiento posee poder, genio y magia.
¡Empiézalo ahora mismo!

Ninguno de los libros de este mundo
te brindará la felicidad,
Pero secretamente te devuelven a vos mismo.
Ahí está todo lo que necesitás.
Comprendí que las lágrimas no podrían hacer que alguien que había muerto volviera a vivir. 
También aprendí que con ellas no puedes hacer que alguien que ya no te quiere vuelva a quererte. 
Lo mismo ocurre con las oraciones… Me pregunto: ¿Qué porcentaje de su vida desperdicia la gente llorando y rezando a Dios para que cosas que han pasado no hubiesen pasado?
Mañana es tarde.
Y brinda al sol que tienes aplaudiendo,
pero, si vienes, juégate la vida.

Si a ti te va bien así, adelante. Es tu vida. Eres tú quien debe decidirlo. ¿Me comprendes? Los diecinueve y veinte años son un periodo fundamental en la vida. Hazme caso.
Piensa bien en esto: si quieres cuidar algo, cuídate antes a ti mismo.

Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en una pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento…